VI. Regreso
De las anotaciones de Arien de Gaersûl
Ah! Hace cinco días visité Minas Tirith, en comparación con los pobladores
de esta magnífica ciudad yo parecía un salvaje extranjero, pero no me importó
demasiado. Me sentí como aquel que guarda un secreto especial y la gente le
mira intentando descubrir que puede ser. De cualquier manera me bastaron dos
horas para volver a vestir como ellos. En fin, uno no puede negar lo que es.
Las cosas por la región van bien, al menos no hay que lamentar incidentes
graves.
Mi padre siempre que volvía de alguno
de sus viajes por el extranjero, contaba, que los Corsarios habían aprovechado su ausencia para causar algún
altercado en sus tierras, secuestrar a alguna mujer o matar a algún pobre
desdichado, actos que mi madre aprovechaba para subir algún impuesto.
Por supuesto todo esto es una
exageración.
Ya estamos en las verdes marismas de Loeg Balimur, a pesar de que la
primavera todavía está lejos, aquí debido a la influencia del mar, existe un
microclima húmedo que hace prosperar tanto a las especies vegetales como a las
animales. Los cisnes y las aves zancudas campan a sus anchas durante todo el
invierno, surtiendo sus buches con el rico pescado fresco que retienen las
marismas. En los tejados de alguna de las casas más altas de los ribereños
pueden verse nidos de cigüeñas y cerca de la costa, acompañando a los
pescadores, a los cormoranes y gaviotas.
Unos días después, llegamos a la
capital, Gaersûl, y apenas me
reconocen. Esa noche la paso en casa del alcalde. Me divierte el temor que
despierto en él y hago algunos comentarios mordaces sobre mi pasada gestión
para ponerle nervioso (es el humor Dunlendino
heredado de mi madre). Cuando me recojo en mis aposentos veo con sorpresa que
la guardia está alerta. No velan por mi protección: me vigilan.
El día siguiente es un poco tormentoso,
de cualquier manera me pongo en marcha. No estoy cómodo en Gaersûl. A medio día de la segunda jornada de viaje veo los muros
de Baligobach y un desagradable nudo
en el estomago hace que no me sea muy grato esa primera visión de mi hogar. Me
ahorraré la descripción de la bienvenida que me hicieron Amthor, mi hermana y el patán de Istamir. Durante la cena les puse al corriente de lo que sabía
hasta que me separé del grupo. Por supuesto omití la parte de los sueños.
Ahora quedaba la parte más difícil del
regreso. El enfrentamiento con... Él.
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