A continuación voy a publicar una serie de modestas ayudas para módulos de rol en la Tierra Media. En este caso son fragmentos de campañas realizada en la década de los 2000. Seguramente la mayoría de los lectores no encontrarán sentido a estos fragmentos, pero han de darse cuenta de que son parte de una historia que se narra y se interpreta, no de una narración en sí misma.

Espero puedan serle de utilidad a alguien.


lunes, 30 de septiembre de 2013

Tercera Parte de las Crónicas de Arien de GaersûlI. Crónica de Arien de Gaersûl
De las anotaciones de Arien de Gaersûl 

La batalla contra el dragón fue tremenda. Elostyr y tío Vardil no lo contarán. Otros sin embargo aunque heridos vamos a poder narrar esta historia a nuestros nietos. Ymir Dhûm fue una verdadera trampa. 
Porque mi padre no estaba con el dragón si no escondido o atrapado por el Wraith. Después de comer el corazón de Ragnarog seguimos bajando, cada vez más. Llegamos hasta las Profundidades del Mundo y fuimos atacados por los Sligns, criaturas ya olvidadas del tiempo. Cuando apareció el espectro, ni siquiera nuestra clérigo Trya Draconegro fue capaz de expulsarlo. Yo no lo vi. Pero cuando regresé con Muscaria y con mi padre, Ignithor yacía en el suelo, pálido y muy frío.

Lo llevamos a una sala cuando nos deshicimos del guerrero espectral, al que Ori Khadûm llamó Ymir. Pero su alma, lejos de descansar en paz, se estaba corrompiendo debido a la influencia del no-muerto.
 
Tuve que decapitar y quemar el cadáver de mi propio hermano en presencia de mi padre, que gracias a los dioses, en ese momento no reconocía a nadie. Conseguimos salir de esa montaña más vivos que muertos.
 
La EstokadaEn el refugio de Ori nos estaba esperando mi hermano Shelem, que tuvo que dejar la empresa al resultar herido en una escaramuza. La muerte de Ignithor pareció afectarle menos que el ver de nuevo a mi padre en su estado. Aunque ya parecía reconocer lo que le rodeaba todavía no hablaba y estaba muy delgado y envejecido, su crecida barba estaba poblada de canas y la suciedad le rebosaba por los poros. Apenas podíamos reconocerle. 

Era una sombra de aquel noble guerrero de Gondor que lucho mano a mano con el mismísimo Senescal Cirion en Los Campos de Celebrant

Celebramos un pequeño funeral en memoria de los caídos, aunque como de costumbre a Danhir no parecía importarle demasiado y hacia cuentas en un rincón.
 
Al día siguiente recogimos lo más rápidamente que pudimos y nos fuimos de aquel valle maldito. Tardamos varios días en salir de las Montañas Grises, siempre con el temor de ser descubiertos por orcos u otras criaturas. Recuerdo que aquellos fueron los días más tristes de mi vida, porque aunque caminaba al lado de mi padre, este permanecía en absoluto silencio, apenas reconociéndonos. Echaba de menos a tío Vardil y a Ignithor, y no podía sentir más que orgullo al mirar a Shelem que parecía más muerto que vivo sin emitir ni una sola queja durante el viaje de regreso.
 
Una semana después llegamos a Valle, asentada en la falda de la Montaña Solitaria. Allí nos esperaba un mensaje del Tharan, un viejo mercenario enano que sirvió a mi padre en la batalla de Los Campos de Celebrant. Este comentaba que había tenido que marcharse y que fuésemos a Esgaroth, porque nos estaban esperando. Esa misma noche tuvimos un desagradable encontronazo. En una de las guardias alguien observando la calle desde una de las ventanas de la posada donde nos hospedábamos, se percató de que nos vigilaban. Luego otras figuras salidas de la mismísima noche acabaron rápidamente con nuestros vigilantes. Cuando bajamos a plaza a investigar, solo encontramos ropas viejas y a un ladrón de Damburg que afirmaba ser el padre de la Clérigo. Sólo a Trya pueden pasarle cosas así. Extraño sino.

 
Hilk Draconegro y su tropa (por no llamarles otra cosa) nos escoltarían hasta la Ciudad del Lago. Allí nos esperaban algunos Guardianes dedicados al aprovisionamiento de un pequeño ejército mercenario liderado por Kerien Lanzafirme, pero cuya situación no se nos revelaría de momento. El encuentro con Hilk pareció devolver a la vida a mi padre. El color volvió a su rostro y un brillo en sus ojos delataba una notable mejoría. Pero parecía casi un anciano. Al mirarme en un espejo descubrí que yo también. Mi padre tiene algo más de 40, yo menos de 20.
 
El invierno acababa de llegar, hacia demasiado frío para un sureño acostumbrado a otro clima un poco más tolerante. La semana de viaje que aconteció fue un infierno para mí. A veces deseaba que el dragón me hubiese incinerado debido al tremendo frío que pasé. Aun así, si no enfermé fue gracias a los cuidados de Bernhard, el hermano de Trya. Es una extraña historia la de este hombre. Es exacto a su padre Hilk, aunque quizás más templado. Según me ha contado Shelem, se ha recorrido la Tierra Media buscándole y cuando lo encuentra, casi lo asesina. Definitivamente esta claro que estos norteños tienen unas costumbres que difieren bastante de las civilizadas formas de los hombres de Gondor.
 
Esgaroth, la Ciudad del Lago
Di gracias al Gran Lector cuando vi los campanarios de la Ciudad del Lago. Y en cuanto pude quitarme esos instrumentos de tortura, que alguien piadosamente llamó “botas congeladas”, me sentí como el gran Curunir en la torre de Orthanc, en definitiva un hombre nuevo. Allí en el Bogararzum (no sé si es la forma correcta) nos esperaban algunos de los Guardianes más antiguos. Vi al gran TankardEl Cambiante”, a PerienSeñor de los Gatos”, a ShidarEl Caballero Rojo” y al padrino de Shelem, KlimtSeñor de los Perros”. Fue un extraño cuadro ver a mi padre y a Hilk con estas viejas glorias y me pareció estar viviendo una de esas historias que Vardil solía contarnos sobre héroes de la antigüedad.

En ese momento decidí volver a casa.

Estuvimos 15 días en Esgaroth, hasta que todas las provisiones, herramientas y enseres fueron cargados en grandes carromatos que sería transportados en barcazas hasta la orilla opuesta del lago. Esa noche me despedí de todos. Fue un poco raro. Tenía la extraña sensación de estar dejándoles en la estacada, pero a la vez sabiendo que era lo correcto. Es la misma sensación de cuando hechizas a alguien y aunque notas que tu magia a salido, la víctima resiste y te mira sin saber muy bien que estás haciendo.

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