IV. Poca cautela y menos memoria
De las anotaciones de Arien de
Gaersûl
El camino empieza a ser tedioso, y los días transcurren
como agua por un río. El buen tiempo está llegando a su fin, estamos a las
puertas del otoño. Las noches empiezan a ser tan frías como el carácter de
gentes de estas tierras. Si no es por alguna de las discusiones que tenemos Ignithor y yo, pensaría que se nos está
espesando la sangre. Echo de menos Gondor,
con sus cálidas gentes y sus bulliciosas ciudades. A los únicos que parece no
importarles ni el clima ni sus gentes es a Trya
y a Bernhard, creo que descienden de
estas gentes y además los dos han vivido desde siempre aquí en el norte.
Por fin algo de civilización. En una posada en el camino,
encontramos a un extraño personaje, Easûl
“El Cojo”, parece un ratero pero dice conocer a Hilk Draconegro y nos hace entrega de un mensaje, que aunque
verbal, parece verídico debido a la cara que ponen mis hermanos (es
extraordinaria la habilidad de estos para fiarse de la gente más inverosímil).
Este nos advierte y nos recuerda que caminemos con pies de plomo en nuestro
periplo hacia el norte. Pero no debíamos estar demasiado atentos cuando el
pobre tullido nos transmitía el mensaje. Unos días después un poco más allá de
la Ensenada Este, fuimos atacados por
una especie de Guerreros Negros y lo
que mis camaradas denominaron Servidores.
Debíamos haber tomado más precauciones. Aunque la emboscada no nos produjo nada
más que algunas heridas yo lo pasé bastante mal. Todos tuvimos que hacer acopio
de fuerzas y demostrar lo mejor de nosotros mismos, así que he podido
perfeccionar alguna de mis técnicas.
14-01-2002
Sigo sorprendiéndome con mis compañeros. Después de las
maneras que uso para con ellos, me han felicitado después del combate. Por
supuesto no he comentado que pensé que esta vez no lo contábamos. Creo que la
bolsa con los “cacharros” de mi madre, me va a ser más útil de lo que pensaba y
creo que voy a ponerme enseguida a examinar los objetos que contiene de manera
más minuciosa. Unos días más tarde y tras el encuentro con una partida de
guerreros (neófitos según nos apunto su instructor) procedentes de un lugar
llamado Dale, llegamos a Londaroth. ¡Por fin!, pensé. ¡Una
maldita ciudad!. Error.
Ante nosotros una ruina o amago de ciudad llena de
gentuza y con una posada que daba verdadera lástima, y creo sinceramente que de
haber pasado una noche bajo su techo, no habríamos sobrevivido. La esperanza y
la traición vino de manos de un tipo llamado Viloric y de su hermana. Éste, aparentaba ser un potentado de la
región y nos invito a pasar la noche en su compañía y en su mansión, un
edificio algo más decente que el resto de aquella miserable villa. Confiados
(de nuevo) aceptamos sin vacilar pues avaló sus palabras con el nombre de Hilk, que al parecer se estaba
convirtiendo en nuestro ángel guardián. La hermana de nuestro anfitrión nos
deleitaba con dulces sonrisas que incluso las mujeres del grupo parecían
agradecer, pero poco a poco fuimos cayendo en un extraño sopor y cuando
despertamos, estábamos encadenados y encerrados.
La fuga fue cómica y a la vez peligrosa, ya que, casi
todos mis compañeros, afectados por la extraña droga que se suministró en la
cena, perdieron la memoria y tuve que improvisar historias para convencerlos de
que se fiaran de mí. Mientras tanto los Servidores
eran alertados de nuestra presencia en casa de Viloric y se acercaban poco a poco. Más tarde supimos que la
hermana de este pertenecía a una secta de adoradores del Señor Oscuro llegados al parecer de un siniestro lugar llamado Nan Mor-Sereg.
Estamos muy cerca de Esgaroth,
la Ciudad del Lago, pero creo que no
vamos a estar demasiado tiempo. Queremos ser más cautelosos finalmente después de
discutirlo, decidimos no entrar en la ciudad, y rodeamos el lago por su cara
oriental. Ocurre algo muy extraño. Dim,
el elfo que nos acompaña, dice haber hablado con una cigüeña y esta le ha dado
un aviso: “Cuidado con las alas negras de
las profundidades. Si entras en ellas puede que no salgas”. Extraño...
30-01-2002
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