A continuación voy a publicar una serie de modestas ayudas para módulos de rol en la Tierra Media. En este caso son fragmentos de campañas realizada en la década de los 2000. Seguramente la mayoría de los lectores no encontrarán sentido a estos fragmentos, pero han de darse cuenta de que son parte de una historia que se narra y se interpreta, no de una narración en sí misma.

Espero puedan serle de utilidad a alguien.


martes, 24 de septiembre de 2013

Primera Parte Crónicas de Arien
III Viajando hacia el Norte 
De las anotaciones de Arien de Gaersûl

Desde que entramos en este bosque no he podido sentir otra cosa que no sea desasosiego, tengo la extraña impresión de estar constantemente vigilado, y creo que no soy el único. 
De todas maneras no duermo bien. Todavía no me he acostumbrado a dormir en el suelo, tener que caminar todo el día, estudiar poco... Empiezo a pensar que este viaje no ha sido tan buena idea, ¡debo oler como un miserable!.

Nos hemos topado con unos soldados (que más bien parecen salteadores de caminos) que protegen el bosque, pues éste es todavía territorio de Gondor. Nos recomiendan pasar la noche en un poblado cercano, cosa que me parece muy oportuna después de tantos días a la intemperie.
Todo se ha convertido en un infierno, hay muertos por todas partes, y el olor a carne quemada es nauseabundo.

Campeando Esta noche los orcos han atacado el campamento. Eran muchos y hemos tenido que improvisar una defensa desesperada. Danhir una de nuestras acompañantes, me proporcionó un escudo de caballería para protegerme, pero pesaba mucho y he acabado debajo de él. He tenido que usar mi Poder para librarme de un grupo de orcos que se han abalanzado sobre mí, pero, en tan mal momento que se ha vuelto contra mí y ahora lo estoy pagando. Me duelen las manos. Están quemadas. Todos los que me acompañan están heridos, y uno muerto. Darean.
No he llegado a conocerlo mucho, pero mis hermanos y compañeros parecían tenerle en gran estima, sobre todo Danhir. Ni siquiera Trya, ha podido hacer nada por él. Darean era un Montaraz del Norte, al servicio de Elrond de Rivendel e ignoro cuál era realmente su misión dentro del grupo. Creo que tenía algo que ver con la magnífica espada que lleva Muscaria, otra de nuestras acompañantes. También he de decir que era un hombre bastante reservado y que apenas trataba con nadie excepto claro, con Danhir. Además su aspecto era poco tranquilizador, lo cual no facilitaba nada un posible acercamiento. Ahora sí que no podrá ser, ya que lo enterramos en el bosque, cerca de sus compañeros de profesión en Ithilien.


Dejamos atrás las regiones boscosas para internarnos en las marismas del Enaguas. He podido ver a lo lejos, hacia el este, montañas. Montañas que pertenecen a la tierra de Mordor. Creo que vamos hacia la Ciénaga de los Muertos y ya desde un principio me parece poco alentador. Todavía no estoy recuperado del todo de la escaramuza en Ithilien, además me siento bastante desanimado.
Bernhard entiende algo sobre infusiones, ungüentos y pócimas, así que compartimos información. Esto me mantiene despierto. Es hermanastro de Trya, nuestra clérigo, y por lo que dice su madre era medio bruja o algo así, pero su padre un vulgar pillo llamado Hilk Draconegro. Me pregunto si será el mismo Hilk del que hablaba mi madre.   

La Cienaga
Un sueño de desesperación y muerte nos perturba una de las noches que pasamos en las proximidades de la Ciénaga de los Muertos. Caemos todos en un extraño hechizo y nuestra alma estuvo en peligro. Una Sombra surgida del pantano nos atacó y robó algo que portaba Trya. Según supe más tarde se trataba de una piedra Ogham, que al parecer tenía la propiedad de atraer a los que ya no están vivos. Mi hermano Shelem fue el único que escapó del influjo de la desesperación y pudo enfrentarse con aquel ser, pero lamentablemente perdió.

Cuando despertamos, un grupo de salteadores liderados por un tal Cambre nos había rescatado de una muerte segura. Este se decía señor del Cahun de Tol-Malbor donde nos encontrábamos ahora. Ignoro como lo hicieron pero cuando amaneció, estábamos desayunando en una cochambrosa sala de la fortaleza y el hechicero de Cambre nos ponía al corriente de qué era lo que nos había atacado en el pantano. Según este, fue un poderoso Espectro, pero no quiso darnos mas explicaciones.

El destino es a veces extraño. En la fortaleza de Tol-Malbor encontramos a nuestra tía Gaerwen. Estaba según sus palabras, de visita. No lo entiendo muy bien cuáles eran sus intenciones en verdad, pero la cosa se estaba poniendo un poco difícil con Cambre y sus secuaces y Gaerwen intercedió por nosotros. He de mencionar que Shelem no estaba en su mejor momento. Su pequeña lucha con aquella criatura de los pantanos le dejo trastornado y hasta muchos días después no se recuperó totalmente. 

¡Esto es inaudito!. Cómo se suele decir ¡de la hoguera a fragua la!. No acabábamos de salir del episodio de la Cienaga de los Muertos cuando nos vimos en otra situación que pudo costarnos la vida. Visitábamos la región de Dor Rhunen en la que se asentaban pequeños poblados habitados por los descendientes de antiguos colonos de Gondor. Un atardecer unos jinetes de aspecto salvaje nos “invitaron” a cenar con ellos. Pensé que hasta ese momento había tenido bastante suerte después de lo de Ithilien y la Cienaga, pero ahora me preparé para lo peor. Fue una noche muy extraña parecía que dos facciones de un poblado estable estaban a punto de entrar en batalla y nosotros estábamos en medio, pero no fue así. El alba nos devolvió dos cosas, nuestras vidas y un compañero. El hijo del líder tribal de nombre impronunciable, un tipo bastante raro y siniestro, que se unió a nuestra comitiva. Ninguno de nosotros tenía muy claro por qué se nos impuso este compañero, puesto que apenas hablaba nuestro idioma ni ningún otro que conociésemos (ni siquiera tío Vardyl, que conocía unos cuantos). 

Unas semanas más tarde supinos que su nombre era Jyganoth y que pertenecía a los Asdriaj, una nación muy reducida y aliados de los Orientales. ¡Quién lo iba a decir! Lo más probable es que su padre y el mío se enfrentasen en la batalla de los Campos de Celebrant, pero al comunicarle esto, ha sonreído de pura satisfacción. Poco a poco vamos comprendiendo que el salvaje viene con nosotros para aprender y asimilar las técnicas de lucha de los pueblos civilizados. Es absurdo. Es un maldito espía. Pero a mis compañeros no parece importarles demasiado, excepto a Elostir que no asume demasiado bien al Hombre del Este.

Un poco más al norte volvemos a encontrar pueblos y aldeas, pero sus habitantes ya difieren bastante de los que conozco. Ya ni siquiera descienden de colonos, son Gramuz.

Mis compañeros están preocupados. Piensan que nos están vigilando, ¿pero por quien?, parece que estaban advertidos de que podrían seguirnos.

14-01-2002

No hay comentarios:

Publicar un comentario