I. El peor viaje de mi vida
De las anotaciones de Arien de Gaersûl
Al día
siguiente partimos con este curioso mapa en el pergamino de la memoria. Por
supuesto insistimos a Thorgal para que
nos acompañase hasta las puertas de Ymir-Dhûm
pero aseveró:
“Si hago lo que me pedís,
mi familia puede correr el mismo destino que el de los Hierrofirme, y creo que
ya ha corrido bastante riesgo al acogerlos. No seré yo quien los ponga en ese
camino...”.
He de decir
que el viaje se me antojo corto, cosa sorprendente debido que aunque no
encontramos enemigos, si tuvimos algunos problemas de orientación y el clima no
nos fue demasiado favorable. Al final llegamos al valle desolado.
Un terreno
especialmente arrasado nos dio la bienvenida y desde nuestra posición podíamos
observar sendas (en algunos casos burdamente pavimentadas) que llevaban a la
cara sur de la montaña donde deberían encontrarse las puertas de Ymir-Dhûm. Por toda la zona podíamos ver
rastros de orcos y trolls así como los restos de un asentamiento de hace no
muchos años. Nos acercamos pero no encontramos ni rastro de la entrada y empezamos
a creer que nos habíamos equivocado en alguno de los pasos que Thorgal nos hizo memorizar.
Empieza a
anochecer y los orcos seguramente salgan a patrullar, así que decidimos
ocultarnos entre los restos del antiguo asentamiento que descubrimos fue
construidos por enanos.
Cerca de éste
hay una pequeña colina artificial (túmulo) con un pilar en su parte superior.
Subimos a investigar y lo que vimos nos llenó de desazón, en el pilar se podía
leer en caracteres rúnicos:
Cuarenta
hachas empezaban a llenarse de herrumbre apoyadas contra el pilar.
Extrañamente
en esta cima no había ninguna huella de orco y se apreciaba cierto “poder”. Al explorar la zona nos
sorprendió encontrar otro tipo de huellas: las de un enano. Las seguimos y nos
percatamos de que no iban muy lejos, nada más y nada menos que hasta una
caverna a ras de suelo. Un curioso y enloquecido habitante moraba en ella, el
último de los Khadûm, Ori.
Poco a poco
vamos haciendo que el enano valla tomando conciencia. Al preguntarle por mi
padre contesta con la mirada perdida en el infinito: “Yo lo maté”. A continuación con la voz cargada de ira y tristeza
comentó balbuceante: “He pasado los
últimos dos siglos años trabajando para un rey envidioso y corrupto. Yo que he
luchado en cavernas profundas contra demonios y dragones. Yo que he vivido en
la ciudad de los Reyes de Gondor y he
sido discípulo del mismísimo Señor de Orthanc. Yo que he luchado contra los Oscuros Terrores del Mundo, en la tierra de Mordor, ¡Yo que he construido para mi Rey cinco fortalezas
en la tierra de los dragones!...”
“Ahora no tengo nada más que mi trágica
historia. Vi como todos mis sueños caían una noche de invierno, donde en forma
de fuego e ira, El Terror descendió
por “La Grieta” matando a cientos.
Luego intentamos echarle pero vinieron los orcos.
No pudimos contenerlos y después mi querido
y oportunista Rey me volvió a llamar a su regazo para que regresara ahora como
su fiel perro Alquimista. Por supuesto me negué. Pero muchos de los míos ya
agotados y desesperados se marcharon.”
“Pero eso no fue lo peor. Mis primos y
hermanos vinieron hasta aquí para ayudarme a luchar contra la bestia. Se lo
pasaron en grande con nosotros. Los mataron a todos. Yo luche contra el dragón,
pero él se metió en mi cabeza y me obligó a ver Horrores del Mundo Antiguo. Se divertía. Creí que mi mente no lo
resistiría pero al final me dejo marchar. Vagué sin nombre ni conciencia por la
zona y los orcos me dejaron en paz pues era el juguete de su Amo. No sé muy bien cuanto tiempo pasó hasta
que el caballero Zygnus me encontró y
me devolvió a esta trágica realidad, al menos durante algún tiempo. Todavía
noto como hurga en mi mente, veo sus sueños de horror y siento su maldad y
regocijo...”
En este
punto se pone a farfullar: “¡¡Ahhh!!...
¡¡Ymir viejo amigo!!, ven con tu
espada forjada en Minas Tirith, ayúdame
en esta hora de venganza como en los viejos tiempos. Llama a los otros, a Dalamar, a Octagor... Dile a Maewen que tenga
dispuesto su arco, y ven hasta mí de la mano de Shirka, como en el cuento que
me contabas mientras la fragua nos iluminaba la cara...”
Intentamos calmarle, e insistimos en que nos
narre algo sobre el paradero de mi padre: “Si,
disculpad... El caballero Zygnus me
devolvió algo de cordura. Yo estaba bastante débil y él y sus hombres cuidaron
de mí. Le narré mi historia y mantuvo un respetuoso silencio hasta que terminé,
pero en sus ojos había algo... una mirada extraña... me recordó a alguien...”
“Estúpidamente le envié a la muerte. En mis
renacidas ansias de venganza le pedí ayuda. Le dije que juntos podríamos
derrotar a la Bestia, incluso le
ofrecí la mitad del oro de Ymir-Dhûm (lo cual le enojó para mi asombro). Creo
que la gloria de los antiguos hombres
así como su honorabilidad está todavía muy presente en esta familia.”
Esto último
lo dice con una extraña mirada dirigida hacia mis hermanos y a mí: “Resolvió matar a Ragnarog. Yo estaba debilitado en extremo, y no
permitió que le acompañara. Así que uno de sus hombres (un veterano) se quedó
custodiándome. Pero pasaron dos días. La montaña rugió muchas veces y unos
jinetes aparecieron y entraron. El soldado que me acompañaba reconoció en ellos
un peligro en potencia y cuando entraron en la fortaleza, el hombre de Gondor fue detrás para avisar a su señor. Al día
siguiente cuando la espesa niebla se levantó, ya no estaban las monturas de
esos inquietantes jinetes y de Ymir-Dhûm
no han vuelto a salir nada más que orcos y otras bestias.” “¡¡Pero por Aule que
el día de la venganza está muy cerca!!”.
Esto es lo
que Ori nos contó acerca de sus vivencias y pesares. La verdad nuestro objetivo
no se presenta muy alentador después de escuchar tal historia. De cualquier
manera estoy ansioso por entrar...
03-02-2002
No hay comentarios:
Publicar un comentario