II. Las
puertas de Ymir-Dhûm
De
las anotaciones de Arien de Gaersûl
El
pesimismo no es la tónica general del grupo, pero ahora que el dragón se
presenta como una criatura real y verdaderamente peligrosa, el ánimo flaquea,
además se evalúan otros posibles peligros que puedan hacer que la empresa se torne
ahora casi imposible. Con casi la certeza de una muerte segura, mis compañeros
se ponen en gracia con sus dioses o respiran profundamente el que quizás sea el
último aire fresco del exterior (Muscaria
lo hace tan profundamente que casi se marea).
Enseguida nos ponemos en
marcha hacia donde se supone que están Las
Puertas de Ymir-Dhûm. Pero en
aquel lugar no hay nada únicamente roca y muy cerca la fría ladera de la montaña.
Pero… algo, solo un poso de poder bestial, antiguo, que no engaña a Ori y que es como un susurro traído por
el viento alpino. Él sabe que ahí están las puertas, él mismo las construyo, y
sabe de las artimañas e ilusiones de Ragnarog.
Seguimos
avanzando alentados por el enano, y finalmente llegamos a la mismísima falda de
la montaña. A continuación atravesamos una monstruosa ilusión para encontrarnos
con que parte de la ladera en realidad no existe. Es un vasto espacio abierto
con unas escaleras talladas que llevan directamente a dos grandes portones de
roca trabajada como solo los enanos son capaces de hacer. El dragón los había
escondido bien.
Entramos.
La vista es magnífica y a pesar del estado casi ruinoso en el que se
encuentran, me deja sin aliento la majestuosidad de los salones y salas que
vemos tras el lumbral. Recorremos lo que Ori denomina “Las Puertas de Ymir-Dhûm” o “Primer
Nivel” sin encontrar ningún tipo de oposición aunque por todas partes vemos
señales de una terrible batalla.
Ori
aprovecha esta incierta tranquilidad para apuntarnos detalles sobre los cambios
realizados en la configuración de túneles, escaleras y salones durante el
conflicto, también para aleccionarnos sobre las partes que están inspiradas en
la mismísima Moria, en la que Ori según él nació, vivió y amó durante mucho
tiempo. No me salen las cuentas ya que según los anales Khazad-Dûm calló
en el año 1980 de la Tercera Edad, hace más de seis siglos. Creo que el enano
sigue trastornado.
11/02/2002
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